Sí, soy un tipo desesperado, esa
es la definición. Desesperado del tiempo. Siempre con prisas para ir no se a dónde
ni por qué, pero con urgencia de ir, y andar, y hacer. Desconozco cuando fue
que mi vida tomó forma de reloj, y los segundos fueron latidos, los minutos
apenas instantes, y las horas nada más
que una ilación de compromisos.

Compromisos reales,
impostergables, y otros –pienso- creados para que esa maratón no deje lugar a pausas
ni descansos. Tal vez se trate de no pensar, de no enfrentarse a los fantasmas
que persiguen la vida, a los vacíos de las soledades y los dolores de las
distancias. Quizá porque sea más fácil intentar resolver los miedos colectivos
que los problemas personales.
Alguna vez una de esas personas
que dejan huella en la vida me regaló un reloj y me dijo “Úsalo, marcará las
horas que faltan para volver a vernos”. Ni ella ni el reloj están, pero algo
hizo que el tiempo se hiciera piel y la vida una carrera a full, con el
acelerador a fondo, de la mañana a la noche, sin descanso.
Vivir desesperado por llegar y a
veces no poder, por querer estar y no cumplir. Muchas veces me he preguntado
qué extraña causa hará que uno convierta su vida en una carrera contra el
tiempo o quizá, corresponda decir, por el tiempo.
Lo pienso ahora, en el sosiego de
una tarde de domingo recostado en un sofá, cuando he decidido poner pausa a mis
días. Y temeroso del silencio que baña la caída del sol, no puedo evitar mirar de
reojo el reloj y preguntarme ¿cuánto quedará para empezar a correr?
No sabes cuanto me identifico con estas palabras, Pampa. Saber que alguien que admiro ha sentido algo parecido además, me tranquiliza. No estoy loco, o al menos no de una forma demasiado singular.
ResponderEliminarEsta que describes era mi vida hace un tiempo una rueda de hamster donde militancias, trabajo y tesis competían por llenar las 40 ó 50 horas que por aquel entonces debían tener mis días. Echaba de menos la vida, comencé a somatizar, pero apretaba los dientes, ponía cabeza y aguantaba el tirón. Amigos y familia demandaban tiempo, Yo huía hacia delante. Después llego el diagnóstico: estrés crónico. No puedes tener militancia, trabajo, novia y además querer sacarte una tesis brillante, dijo el psicólogo. No puedo recetarte una nueva vida.
Ahora "lo logré". Todo aquello quedó atrás. Trabajo, militancia y estudios por fin son una misma cosa. Abandoné casi todos mis compromisos. Vivo en un pueblito. No tengo novia, y apenas unos poquitos amigos a los que casi no veo. Frené, dejé de somatizar, volví a respirar. Leo y hasta empiezo a escribir. Y tras la celebración apareció el vacío. Ahora tengo el tiempo a mi servicio... pero ahora lidio con la soledad. ¿Es mejor? Creo que sí, no se. Sigo tratando de dar con un término medio, de no elegir entre el estrés y la depresión, de no llenar mi agenda de citas ni vaciarla de teléfonos a los que poder llamar un día de lluvia..
En ello estamos. Mientras tanto, me golpearon tus palabras: "Tal vez se trate de no pensar, de no enfrentarse a los fantasmas que persiguen la vida, a los vacíos de las soledades y los dolores de las distancias. Quizá porque sea más fácil intentar resolver los miedos colectivos que los problemas personales".
En lo que a mí respecta, qué toda la razón tienes. No habría sabido expresarlo mejor. Te escribo desde la calma y la soledad de Boston. Hoy migrante académico ("aventurero", dice la ministra), mañana retorno a mi exilio interior en Cuenca (tener trabajo ya es un lujo, elegir destino está obsoleto).
Nunca antes había entrado en tu blog. Te robo esa lista de referencias que veo aquí a mi derecha (será tu izquierda, puesto que es tu blog), a ver si alguno de esos títulos no explorados da color a alguna de estas horas.
Salud, compa. No dejes de escribir, porfa.
Pampa! Me identifico en tus palabras y tus sentires. Aquí sigo teniendo el mismo ritmo y buscando nuevas acciones que me hagan sentir viva, mientras que escapo de las que no me hacen sentirlo. ¿Qué sería de un reloj si no lo miramos? ¿Qué sería si no chequearamos el móvil, los perfiles en Internet? ¿Qué sería si nos encontráramos en silencio y solas con nosotras mismas? ¿Estallaríamos cuan bomba de tiempo? o simplemente sonreiríamos y sentiríamos aquello que por ir de prisa y con la mente puesta en una cosa: no oímos, no olemos, no degustamos, no sentimos al fin y al cabo.
ResponderEliminarUn abrazo bien fuerte Pampa. Andrea K.
Resumen de Post-IT: Todo esto te lo dice una que no puede dormir al llegar a montevideo después de un intenso y emotivo viaje a Buenos Aires después de 28 años que no iba, desde aquella mi primera migración.