jueves, 8 de noviembre de 2012

En el buen camino



Argentina acaba de sancionar la Ley que permite rebajar la edad de voto a los 16 años. Una opción que la juventud podrá ejercer, un Derecho (la palabra que nadie puede soslayar) que se ha sancionado en medio de disparatadas argumentaciones y altisonantes discursos que poco contribuyen, de uno y otro lado, a un debate más constructivo e integrador y desvían la mirada de un tema que por sí mismo merece no caer en las fauces históricas del politiquería: la chicana, el desplante, el grito antes de la palabra. Posturas enfrentadas entre un oficialismo que se fortalece en la movilización juvenil y una oposición que ve en la ampliación de un Derecho la estocada final a sus ya de por sí utópicas esperanzas de recuperar el gobierno

Hay algo que está claro y no debería admitir discusión: nuestra sociedad ha evolucionado y con ella la conciencia política de nuestra gente, fundamentalmente de esos sectores juveniles tan distintos a los que vivimos hace dos décadas atrás. Los tiempos cambian y no es igual la posibilidad de analizar, interpretar y cuestionar la realidad. Ya no son nuestros pueblos aquellos parajes aislados donde apenas se veían dos canales de TV. Ahora internet, el acceso a mucha más información, abre un espacio de extrema riqueza para la socialización de los conocimientos.

Pero mucho más los cambios de una idiosincrasia latinoamericana que era necesario ver crecer desde abajo. Basta de dogmas arcaicos y conservadores, es la hora de preguntar, de cuestionarse, de arriesgar teorías aún confusas pero válidas, de discutir en las plazas, de mirarnos a los ojos y preguntarnos qué queremos, de soñar un país distinto.

Soplan nuevos aires, y eso es siempre una brisa fresca para todas las personas que creemos en el crecimiento de nuestros pueblos. No hay que temerle al voto joven, sino apoyarlo, reforzarlo en su construcción, para que tenga bases sólidas alejadas de las amarillentas fotos y las banderas de Perón, Evita, Illia o Irigoyen, por caso.

Es necesario discutir y votar proyectos inclusivos, para todos y todas, pensados desde la base de una sociedad que está viva y late como hacía mucho tiempo no veíamos. No puede radicar el debate en la mera cuestión de la edad, sino sobre todas las cosas en la construcción de una democracia distinta, más participativa, sin miedos, donde no manden los de arriba, sino que obedezcan al mandato de quienes estamos abajo.

¿Que la juventud no está capacitada para votar? ¿Qué capacidades hemos desmostrado el resto para no creer en ella? Entre los 16 y los 18 todas hemos tenido que elegir “la carrera” que marcaría nuestro futuro. ¿Cómo cargar sobre un joven la responsabilidad de decir qué quiere ser para el resto de su vida, y negarle la de elegir quien le gobierne?

No. El problema no es de edad, sino de la politización vacía de una sociedad que históricamente ha votado por viejas consignas sin mirar proyectos. Muchas personas que le dieron dos mandatos al peor gobierno que recuerde nuestra historia, el del menemismo ultraliberal de los ’90, son las mismas que hoy se encarnizan en la defensa del proyecto kirchnerista. Algunas eternas figuras camaleónicas de la política, otras, cegadas voluntades tras la bandera y la marcha. Lo mismo del otro lado. No es lo mismo votar a Alfonsín que a De la Rúa, pero allí fue siempre el voto, con pensamientos incapaces de escapar de debajo de la boina blanca.

Es la hora del voto, y quiero creer que es solo un primer paso en el avance democrático de nuestro país. Que habrá una renovación de las estructuras partidarias y del Estado. Nada hizo tanto daño al país como él caudillaje tan propio de nuestras provincias, auténticos feudos como el de Catamarca, Santiago del Estero o Salta, por caso, con familias enquistadas que todo lo mandan.

U otras que son reales bastiones de clientelismo político como La Pampa misma donde la única pelea interesante fue siempre la de los dos líderes del partido peronista, otrora menemistas a ultranza, al punto que en 2003 Néstor Kirchner ni siquiera pudo pisar la provincia por el desplante por igual del vernismo y marinismo.

Dicen que la política es el arte de lo imposible, y solo por ello se entiende semejante reciclaje, pero mucho más el olvido de mucha gente que deja de lado que quienes apoyaron las privatizaciones y permitieron el remate del país ahora se suban al carro del interesante momento que atraviesa nuestra América Latina.

Ha llegado el voto joven, y ojalá lo próximo paso sea la libertad de ir a votar o no, que ya no sea el voto obligatorio. Pero sobre todas las cosas falta que se generen los mecanismos necesarios para que quien sube al gobierno no pueda sino más que obedecer los mandatos populares. Que se sometan a Referéndum vinculantes a todas aquellas cuestiones que afecten a derechos fundamentales de la ciudadanía, que la gente podamos votar listas abiertas en las que elegir si quiero a esta candidatura y tacho a la otra.

El voto joven es un primer paso, y nadie debe oponerse cuando hablamos de ampliar los Derechos de la ciudadanía. Ahora, depende de todas el seguir avanzando en la búsqueda de más conquistas sociales y políticas, pero vamos en el buen camino.

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