Argentina acaba de sancionar la
Ley que permite rebajar la edad de voto a los 16 años. Una opción que la
juventud podrá ejercer, un Derecho (la palabra que nadie puede soslayar) que se
ha sancionado en medio de disparatadas argumentaciones y altisonantes discursos
que poco contribuyen, de uno y otro lado, a un debate más constructivo e
integrador y desvían la mirada de un tema que por sí mismo merece no caer en
las fauces históricas del politiquería: la chicana, el desplante, el grito antes
de la palabra. Posturas enfrentadas entre un oficialismo que se fortalece en la
movilización juvenil y una oposición que ve en la ampliación de un Derecho la
estocada final a sus ya de por sí utópicas esperanzas de recuperar el gobierno
Hay algo que está claro y no
debería admitir discusión: nuestra sociedad ha evolucionado y con ella la
conciencia política de nuestra gente, fundamentalmente de esos sectores
juveniles tan distintos a los que vivimos hace dos décadas atrás. Los tiempos
cambian y no es igual la posibilidad de analizar, interpretar y cuestionar la
realidad. Ya no son nuestros pueblos aquellos parajes aislados donde apenas se
veían dos canales de TV. Ahora internet, el acceso a mucha más información,
abre un espacio de extrema riqueza para la socialización de los conocimientos.
Pero mucho más los cambios de una
idiosincrasia latinoamericana que era necesario ver crecer desde abajo. Basta
de dogmas arcaicos y conservadores, es la hora de preguntar, de cuestionarse,
de arriesgar teorías aún confusas pero válidas, de discutir en las plazas, de
mirarnos a los ojos y preguntarnos qué queremos, de soñar un país distinto.
Soplan nuevos aires, y eso es
siempre una brisa fresca para todas las personas que creemos en el crecimiento
de nuestros pueblos. No hay que temerle al voto joven, sino apoyarlo,
reforzarlo en su construcción, para que tenga bases sólidas alejadas de las
amarillentas fotos y las banderas de Perón, Evita, Illia o Irigoyen, por caso.
Es necesario discutir y votar
proyectos inclusivos, para todos y todas, pensados desde la base de una
sociedad que está viva y late como hacía mucho tiempo no veíamos. No puede
radicar el debate en la mera cuestión de la edad, sino sobre todas las cosas en
la construcción de una democracia distinta, más participativa, sin miedos,
donde no manden los de arriba, sino que obedezcan al mandato de quienes estamos
abajo.
¿Que la juventud no está
capacitada para votar? ¿Qué capacidades hemos desmostrado el resto para no
creer en ella? Entre los 16 y los 18 todas hemos tenido que elegir “la carrera”
que marcaría nuestro futuro. ¿Cómo cargar sobre un joven la responsabilidad de
decir qué quiere ser para el resto de su vida, y negarle la de elegir quien le
gobierne?
No. El problema no es de edad,
sino de la politización vacía de una sociedad que históricamente ha votado por
viejas consignas sin mirar proyectos. Muchas personas que le dieron dos
mandatos al peor gobierno que recuerde nuestra historia, el del menemismo
ultraliberal de los ’90, son las mismas que hoy se encarnizan en la defensa del
proyecto kirchnerista. Algunas eternas figuras camaleónicas de la política,
otras, cegadas voluntades tras la bandera y la marcha. Lo mismo del otro lado.
No es lo mismo votar a Alfonsín que a De la Rúa, pero allí fue siempre el voto,
con pensamientos incapaces de escapar de debajo de la boina blanca.
Es la hora del voto, y quiero
creer que es solo un primer paso en el avance democrático de nuestro país. Que
habrá una renovación de las estructuras partidarias y del Estado. Nada hizo
tanto daño al país como él caudillaje tan propio de nuestras provincias, auténticos
feudos como el de Catamarca, Santiago del Estero o Salta, por caso, con
familias enquistadas que todo lo mandan.
U otras que son reales bastiones
de clientelismo político como La Pampa misma donde la única pelea interesante
fue siempre la de los dos líderes del partido peronista, otrora menemistas a
ultranza, al punto que en 2003 Néstor Kirchner ni siquiera pudo pisar la
provincia por el desplante por igual del vernismo y marinismo.
Dicen que la política es el arte
de lo imposible, y solo por ello se entiende semejante reciclaje, pero mucho más
el olvido de mucha gente que deja de lado que quienes apoyaron las
privatizaciones y permitieron el remate del país ahora se suban al carro del
interesante momento que atraviesa nuestra América Latina.
Ha llegado el voto joven, y ojalá
lo próximo paso sea la libertad de ir a votar o no, que ya no sea el voto
obligatorio. Pero sobre todas las cosas falta que se generen los mecanismos
necesarios para que quien sube al gobierno no pueda sino más que obedecer los
mandatos populares. Que se sometan a Referéndum vinculantes a todas aquellas
cuestiones que afecten a derechos fundamentales de la ciudadanía, que la gente
podamos votar listas abiertas en las que elegir si quiero a esta candidatura y
tacho a la otra.
El voto joven es un primer paso,
y nadie debe oponerse cuando hablamos de ampliar los Derechos de la ciudadanía.
Ahora, depende de todas el seguir avanzando en la búsqueda de más conquistas
sociales y políticas, pero vamos en el buen camino.
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