Vuelan las alambradas y van cortando
el aire suspendidas en el camastro de los sueños que planean sobre el mundo.
Arrancadas del letargo de las vallas
estériles, desgarradas en jirones de ropa y carnes de esos cuerpos siempre
dispuestos a desafiar fronteras y muros, y controles, y mares, y púas, y armas,
y al asesinato sistemático de los Estados.
Es lento su vuelo, aleteos temerosos
en esa función para la que nunca fueron creadas. Sensaciones nuevas, como
aprendiendo de esas almas que supieron contener, de su deseo libertario por
desandar caminos y perseguir sueños.
Quema la cercanía del sol al acero
ardiente de los hilos entrecruzados. Y el viento -liberador de aromas y reproductor
de las verdes vidas de la estepa- se empeña en destrabar los nudos carceleros
que la ignominia humana quiere perpetuar.
Alambradas al aire, vuelos de
libertad. Utopías de un mundo nuevo
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