martes, 2 de agosto de 2011

Diez años, una nacionalidad, diez razones.

1.- Por mi madre y mi abuela, que hace diez años entendieron que también se podía viajar por sueños y no solo escapando a una situación económica. Y que jamás pese al dolor de la distancia, dejaron caer un “vuelve”, la palabra que uno jamás quiere escuchar cuando las malas lo machacan.

2.- Por esa hermosa gente que quedó allá a lo lejos, que me abrazó en la despedida y me apretujó en cada regreso y me dijo (y me demostró) a cada paso, que aquellas puertas seguían abiertas.

3.- Por Dieguito Romero, el primero que confió en mí para trabajar, que me respaldó tras un primer mes de angustias, necesidades y hambre (perdí 8 kilos). Que pagó mi primer sueldo en España, que me dio un trabajo cuando todas las puertas se cerraban y el “cuando tenga papeles regrese” era un puñal que hundía la moral.

4.- Por la familia asturiana con la que pienso seguir debatiendo temas como el de inmigración con la misma vehemencia que hasta ahora, esa hermosa gente de Cangas del Narcea que me arropa en cada Navidad.

5.- Por las amistades de la Casa Argentina que empezaron a marcarme el camino del trabajo colectivo en España, hombres y mujeres que me enseñaron desde su aprendizaje en base a exilios, hombres y mujeres con los que compartí aprendiendo a desandar el camino de las nuevas migraciones.

6.- Por las amistades de acá, las que me sostienen en el día a día, las que contienen y abrazan, las que dan la cara y el corazón… Y el grito si es necesario para enderezar los rumbos.

7.- Por las compañeras de la militancia de hoy, que me abrieron el corazón y la cabeza hacia luchas colectivas, que me enseñan a mirar sin prejuicios, a construir desde abajo, que han significado (y significan) el orgullo de formar parte de redes sociales que sueñan, creen y conquistan territorios devastados por la (in)humanidad.

8.- Porque sentía que la lucha no era completa sin este Derecho a ser ciudadano, porque cansa y desgasta lo inimaginable el vivir una década peleando por un papel (cuando no se tiene) y por preservarlo (cuando ya se ha obtenido). Atento a los meses cotizados, a renovar el empadronamiento, a sentir un límite permanente en la lucha, el que establece que una protesta de más podía significar a veces, perderlo todo.

9.- Por quienes confiaron y confían en mí, porque uno es así y le duele defraudar(se) y en este camino arduo muchas veces sentí que no podía renunciar a mitad de la montaña, porque esas amistades estuvieron dispuestas a empujarme a la meta y sin ellas nada de todo lo hermoso vivido (y por vivir) hubiera sido posible.

10.- Por el placer de que cuando esas pocas personas que alguna vez me dijeron “vete a tu puto país” lo quieran expresar de nuevo, con una enorme satisfacción pueda responderles “ya estoy en mi puto país y pienso seguir peleando para cambiar las leyes que me parecen injustas”.

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