La besa, la abraza, se aferra aprovechando esos 20 segundos que hace eternos para guardar los latidos de su niña en el corazón. Ella le mira y sonríe, no sabe que quizá un día venga con su mamá y papá ya no esté.
Luego se cierra el cristal y mientras esa madre conversa con su marido por teléfono, ella juega a hacerle monadas y a reir las muecas de su padre. Apoya sus manitas en el cristal, lo ensucia, lo llena de baba y amor, se regocija de verle desde sus apenas 8 meses de vida. Quizá ni sepa quién es ese hombre, pero le quiere.
Él resiste la tentación de llorar, apresa las lágrimas en la celda de sus párpados…y sonríe, sonríe a esa bebita que soñó acunar y hoy no puede. Lleva apenas 10 días detenido, culpado de no tener un papel.
Y aunque todos allí adentro dicen “si me van a expulsar que lo hagan ya”, el quiere perpetuarse en su condena… sabe que costará respirar más a la distancia de los mares y los días no tendrán luz sin ese beso diario que es un soplo de vida entre tanta injusticia.
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