¿Cuánta sangre se habrá derramado hasta el momento? ¿Cuántas personas habrán sido asesinadas por las hordas golpistas de Micheletti? ¿Cuántas apresadas y torturadas?, y perseguidas por defender esa democracia que los golpistas dicen (paradojas de los tiempos modernos) defender.
La hondura del silencio cada día es más profunda, como si allí nada hubiera pasado. A 4 meses de una dictadura señalada en un inicio por aquellas tapas de los diarios, con enviados especiales, cámaras y micrófonos denunciando el golpe, ahora sólo nos queda el mutismo absoluto. Apenas desde redacciones distantes los expertos de siempre nos hablan de negociaciones políticas y diplomáticas que no hacen más que perpetrar y, lo que es peor aún, legitimar, la presencia golpista en el poder.
Todo parece estar acordado ya. En poco tiempo habrá elecciones según los designios europeos y norteamericanos, y el candidato favorito a estas alturas es, claro, el que los mismos negociadores desean y avalan. Alguien alejado a ese monstruo contemporáneo llamado Hugo Chávez, un tal Porfirio Lobo, el chacal de los poderosos.
Apesta el silencio de las (mal) llamadas democracias occidentales, asusta la mirada cómplice de los medios mundiales. Y retumba, mientras tanto, el clamor rabioso de un pueblo sumido en la pobreza más cruel y el olvido más canalla.
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