Los días se hacen largos y en la letanía de las horas la tristeza va ganando espacios. Es difícil esto de no tener trabajo, de tener que vivir de esa ayuda de los amigos hasta que las cosas mejoren, de andar hurgando en la solidaridad de esas manos tendidas. Es muy difícil…
Hoy fue de esas jornadas en que el gris cubrió cada rincón de la paleta de colores de mi vida. No sé, el no ver la luz al final del túnel, el sentir que la mala se prolonga demasiado ya, el dudar de todo lo que se es como persona, de las capacidades que los demás dicen uno tiene (y uno descree cada vez más de ellas) y de esos detalles otrora virtudes que hoy sol puedo ver como meras tonterías.
Mandar currículum, hacer llamados y esperar… ¿a quién?, ¿hasta cuándo?, ¿en dónde?... Hoy fue un día de esos de los que jamás quiero tener. “Te salió el Piscis” diría una amiga, y a veces me da miedo pensar que el piscis cada vez está más cerca de quedarse casi en estadía permanente.
Por suerte cuando caía la noche, aunque con desgano, recordé que tenía que pasar a ver a los amigos de Senegal. Bendita visita que me llenó de vida y me robó la mejor sonrisa. Allí estaban ellos, transmitiendo tanto afecto en el abrazo más sentido, preocupados porque comiera y me quedara a tomar el té… aunque la noche avanzara.
No sé qué motor mueve tanta bondad de su parte, pero envidio en estas horas de desesperanza la fuerza de sus sueños y la persistencia de su voluntad. Arropados en torno a un bracero discurrían su tiempo sin apremios ni minutos que apuren sus pensamientos. Entre risas y bromas, con la esperanza marcada en sus ojos pese a lo injusto de sus realidades, con la mano cálida y la palabra sincera preguntando por qué no había pasado a verles en los últimos días.
Es tarde ya, el bracero va ganando el rojo fuego del carbón y me voy con mi corazón incendiado del afecto más genuino.
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