domingo, 17 de agosto de 2008

La lección del Rey David

David Carlos Zapata tenía 42 años cuando el pasado domingo dejó de vivir a consecuencia de un cáncer pulmonar. Lo conocí hace apenas una semana, que me enteré de su trágica situación publicada en el diario El País, de España. Hacía un mes que tenía los billetes pagos para volver con su esposa (también enferma) a su Bolivia natal a pasar sus últimos días junto a sus hijos, pero la aerolínea se negaba a llevarlo.

La prepotencia empresarial de Air Comet postergó una y otra vez su sueño de regreso, un ansiado abrazo que recién comenzó a ver luz cuando su historia se hizo pública en los medios de comunicación. Bastó una nota, acaso 2 ó 3 mil caracteres para que todos los que hasta allí se habían desentendido de su situación, solucionaran su problema en apenas unas horas.

La Embajada de Bolivia le llamó luego de dos meses de silencio culposo, la aerolínea que hasta ese día exigía un certificado médico que asegurara que no moriría en el vuelo, dispuso lo mejor para su traslado. Los servicios sociales de la Comunidad de Madrid ofrecieron ambulancia, bombonas de oxígeno para el viaje. Todo perfectamente orquestado, apenas una denuncia fue necesaria para que el circo de la solidaridad (que siempre necesita de cámaras y flashes para rodar) se pusiera en funcionamiento.

Me tocó conocerle y verle por única vez en la tarde del martes 5 de Agosto. Lo recuerdo ilusionado, feliz, con una fuerza impropia de su estado de salud, con ganas de vivir a pleno el tiempo que le quedaba de vida. No paraba de hablar, de decir muy claro a quien quisiera escuchar que sentía vergüenza de la irresponsabilidad manifiesta de las autoridades consulares y de la embajada de su país en España.

Fueron apenas 15 minutos de charla los que tuvimos, tal vez 20. Estaba rodeado de amigos que emocionados festejaban la resolución de los problemas. Atendió la llamada de uno de sus hijos y con lágrimas en los ojos les confirmó que a las 10 de la mañana del día 6 finalmente volaría a su Cochabamba amada.

Así fue, David pudo cumplir el sueño de volver a abrazar a su familia. Cuando nos despedimos le estreché con fuerza la mano y me dijo sonriente “gracias por venir, cuando pase un poco esto te mandaré por mail una foto para que conozcas a mis hijos”.

No pudo ser, su vida se apagó apenas 4 días más tarde, los suficientes para dejarnos una lección de entereza sin igual. De fuerza de voluntad y amor para soportar el dolor hasta cumplir un sueño, para burlar el apuro de una muerte que lo acechaba, para cargarse de vida hasta el último minuto, para demostrarnos que la voluntad que a veces tanto nos falta debe sacarse de las entrañas mismas. Rey sin corona, David fue amo y señor de cada minuto de su vida hasta el instante final y se fue dejándonos su ejemplo de lucha y perseverancia.

1 comentario:

  1. Pablo: te mando un abrazo.
    Te escribe Gustavo Laurnagaray.
    Muy interesante tu blog y tus comentarios.
    Me enganché con la historia de David. Entré el blog buscando datos del tema de Macachín, que me hicieron una consulta. El registro de forasteros: es lamentable que Aalguien imagine una solución de esas.
    Voy a entrar más seguido, te mando un saludo
    Gustavo

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