Nuevamente elecciones en Argentina y la tragicomedia kafkiana de las urnas se repite...millones de compatriotas obligados a ir a votar entre caras y caretas, rostros pétreos de afiches que durante meses nos mostraron su sonrisa recién salida del odontólogo y manos extendidas... ¿hacia nuestros bolsillos?.
Leer las listas, conocer los candidatos, se convierte a veces en un ejercicio casi vomitivo que ni siquiera requiere buscar más allá del simple recuerdo del pasado reciente de cada uno de ellos para descubrir que aquellos que se tenían que ir, no sólo se quedaron, sino que siguen teniendo en sus manos el cuchillo con el cual se reparten la torta y cortan las ilusiones de nuestra gente.
¿Aquel no era diputado?. ¿Y ese no estuvo de ministro? ¡No me dirás que ahora el que fue presidente va a ser senador!. ¿Pero ese no es el hijo de éste?, ¡los dos van en la lista, y la nuera también!. Sí, como lee, el famoso enroque en el tablero de la política argentina. No se ha equivocado, una vez más usted será un mero espectador de esta partida donde los que ganan siempre son los mismos. Jaque mate a nuestros sueños!.
Sin ir más lejos, la candidata con mayor intención de votos fue elegida por la divina providencia de su esposo, actual presidente de la Nación. Tras alguna noche de fragor de cuerpos sudorosos parece que el muchacho le propuso a Cristina ser presidenta y esta con un “sí quiero” se envalentonó más que en el altar, sabiendo claro, que en nuestro querido país todo es posible, hasta que la Presidencia se decida en una charla de entrecasa. Poco serio.
Pero eso no es todo, en las listas encontrará que el principal opositor del Gobierno fue ayer su ministro de Economía y recorre el país de la mano de viejo caudillo radical protagonista ineludible junto a su amigo riojano (y disculpen que no me atreva a nombrarlo, pero ya saben, el muchacho no trae demasiada suerte) de las mayores tranzas y acuerdos de los últimos 25 años de la historia Argentina.
Tampoco faltarán los corruptos de probada capacidad (¡para el robo, para que va a ser!), amos y señores que gobiernan provincias cual su propio Feudo, torturadores y represores (y no digo ex porque creo que quien no ha pagado por sus crímenes debe llevar el cartel for ever), ex funcionarios fracasados, candidatos que hablan de apariciones milagrosas, artistas de mediocridad reconocida, y una larga y dolorosa lista de etc.
Es cierto, no obstante ello, que en un país donde ha habido tantos procesos militares el ir a votar debería ser casi una obligación moral, al menos como reconocimiento a aquellos que dieron la vida porque en Argentina la palabra Democracia pudiera proclamarse letra a letra y con la boca grande. Sin embargo difícilmente aquellos luchadores reconocieran en este sistema el ideal por el que pelearon, y seguro seguirían luchando hasta patear el tablero.
Quizá se trate una vez más de mover ficha, una forma de voto silencioso de los miles de argentinos que con nuestra abstención decimos que no queremos a ninguno y seguimos elevando el que se vayan todos como estandarte y principio de nuestro ideal de país.
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