viernes, 31 de agosto de 2007

Asturias, paraíso terrenal






"El pueblo asturiano es el único que no necesita revindicar constantemente su condición, porque es el único pueblo de España que jamás dejó de serlo". Anónimo.

Viajar a Asturias es siempre un placer inenarrable. Una y mil imágenes se suceden delante de los ojos del ocasional visitante. Todas apabullantes, variadas, disímiles, que hacen del paisaje y su vivencia un motor de sensaciones que acercan -si es que usted cree en su existencia- al paraíso terrenal.
Si lo que desea es verde, tiene a su disposición un manto infinito, de las más variadas tonalidades, con sembradíos que surcan la tez de la montaña y silentes prados que invitan a detener la marcha en el refulgir del atardecer. Elija usted, la mesa está servida: castaños, robles, avellanos, hayas, xardón...y no me diga luego que ha sido demasiado para una sola visita!. ¿Un consejo amigo?, no se engolosine, guarde imágenes en el disco rígido de sus sentidos, que entre tanto túnel "gallardonesco" no le vendrá mal cada tanto, cerrar los ojos, aspirar profundo, abstraerse y volver a recorrer esos caminos impregnados con ese aroma celestial de lo silvestre.
Pero tal vez lo que usted busque sea agua, y vaya si esta tierra no lo va a defraudar. Elija...mar, río, lagos...y si hace falta o quiere más, prepárese!...que el de “arriba”, en temporadas, se le da por llorar seguido.
De ciudades qué decirle, puede encontrar el contraste entre la inmaculada Oviedo y aldeas perdidas en el serpenteante transitar de las carreteras. Dejarse guiar por los límpidos cielos o llevarse el saludo respetuoso, como pidiendo permiso, de los abuelos que dan reposo a sus añejos huesos sentados en sillines al umbral de sus casas. O tal vez, optar entre desandar romántico el ruido de la mar o cruzar en velocidad, casi en fuga, por el corazón de las aldeas.
Pero no se asuste, si a usted no le gusta el campo, y se aburre con las estrellas y lo que quiere es marcha... tampoco ha equivocado el lugar. Eso sí, prepare su estómago, venga descansado y, por las dudas, guarde en el bolsillo una pastillita de Alka Seltzer, seguro que tendrá que usarla. La mejor sidra, muy buenos vinos, fabada, pote de berzas, quesos, y hasta unas patatas bravas que jamás olvidará...y ni que hablar de su estómago.
En fin, que no puedo contarle qué significa Asturias al universo de los sentidos sin caer en los tópicos de siempre, los cuales -vale la pena aclarar- no dejan de ser verdad. Mejor venga, disfrútelo, mire algunas fotos y enamórese...y si no lo hace, que quiere que le diga...cardiólogos hay en todos lados, pero su corazón, se me hace, ya no tiene cura.

La hermosa Cangas

Hablar de Cangas es casi hablar de una gran familia. Lo caminos de la vida me han acercado a un cangués de alma y a través de él a toda esa hermosa comunidad asturiana, allí donde el Río Narcea canta en el bullicio de sus aguas y el espíritu minero se acrecienta en cada festividad del Carmen.
Creo en las pequeñas coincidencias, en los gestos, en esas cosas que a ojos del mundo pasan desapercibidas. Creo en la comunión de personas, espacios y lugares a partir de esos diminutos encuentros, como el que me ocurrió en el año 2001, en aquella primera visita a esta localidad.
Era noche cerrada y fría del 24 de diciembre, faltaban apenas un par de horas para que la monotonía del reloj despertara de su letargo anunciando la llegada de una nueva Navidad. Hacía tiempo, años, que hablaba de mi pueblo sin encontrar nada en España que me recordara a él…
Pero aquella noche, la casualidad hizo que rumbo a Gera nos detuviéramos en medio del camino a auxiliar un coche que se había parado. Bajamos y allí encontré algo que tanto añoraba… esos cielos estrellados, límpidos, impolutos, refulgentes. No paraba de mirar y emocionarme, ya no importaba la tenacidad de esa helada que blanqueaba prados y colinas. Todos me decían “dale boludo…que se nos va a parar el coche” pero no podía, aquel cielo, esas estrellas, estaba otra vez bajo el techo que me había visto crecer.
Jamás olvidaré aquella coincidencia, ese descubrimiento cuando menos lo esperaba, ese regalo de una tierra que empezaba a descubrir y de la que muy pronto me enamoraría.
Pero lo mejor, quizá vendría al día siguiente. 25 de Diciembre al mediodía, calles vacías y el mate como única compañía para atemperar la inclemencia del frío. Una panadería, un pesebre y allí, detrás de la cálidas manos de María sosteniendo al niño Dios, dos banderas, la gallega…y la argentina.
Algo me sobrecogió el alma, una lágrima surcó el rostro hasta perderse en el cuenco de la boca…allí estaba yo, mi gente, mi pueblo, todos representados en ese símbolo pequeño hecho en rústico papel pintado…hacía un año Argentina había estallado en una crisis social sin precedentes, un pueblo estafado, una treintena de compatriotas asesinados, y allí, en ese rincón del mundo…alguien se acordaba de esa tierra tan lejana de la que los televisores venían mostrando imágenes sobre la muerte de sus niños por falta de alimentación.
Esperé que abrieran y entré, pedí un desayuno y pregunté por qué estaba esa bandera en el pesebre. La respuesta fue más emotiva aún, “la de Galicia por lo del Prestige –tragedia ecológica de derrame de petróleo en las costas gallegas-, y la de Argentina porque aunque está muy lejos, sentimos que lo que les pasa sucede a la vuelta de nuestra casa. Esos chavales muriendo de hambre, esa gente peleando por recuperar el granero del mundo. Argentina está muy cerca nuestro, mucha gente de aquí encontró un lugar en tu tierra”, me dijeron. En ese momento supe que ya nada podría alejar mi sentimiento de esa tierra asturiana.

Cañitas voladoras

Las Fiestas de El Carmen son difíciles de describir. Quizá lo mejor sea limitarse a ver fotos, pero sólo pueden sentirse presenciándolas. Asombran desde el lugar que se las mire, porque todo el pueblo se siente partícipe, porque hay que verlos tirar miles de voladores (cañitas voladoras gigantes, para los compatriotas que lean este texto) con la mano, temblar la ropa en cada explosión, oler a pólvora, sentir la adrenalina única que se desprende de los cuerpos segundos antes de la gran descarga, sentirse bendecido por las lenguas de fuego y color que hacen día en plena noche. Pero mejor…vean, disfruten y vayan reservando su lugar, el reloj que marca la próxima, ya está descontando minutos.

Golfos pasados por agua

Hablar de Cangas es también, en su justa medida, hablar de juergas, y para que eso sea así, es necesario mencionar a los grandes juerguistas. La “Fauna” es amplia y variada…golfos sobran, sin complejos puede verlos desayunar un ron con cola o acompañar un wisky con un plato de fabada….
Sin embargo, parece que en estos tiempos de amores efímeros e inestabilidades varias, las Fiestas de El Carmen 2007 fueron testigo de la caída de tres íconos de la juerga Canguesa… el 15 de Julio, noche central de los festejos de la Vírgen del Carmen, se los vio a dos de los históricos golfillos, Bull (Dieguito Avello para las señoras del pueblo!) y Puli (Corsini), escapar al mundanal ruido para ser encontrados en la madrugada, abrazados a sendos botellines de agua. “No damos más, nos vamos a dormir, y no saques esa foto cabrón” fue lo último que se escuchó de estos leones de la juerga devenidos en corderitos…pero la foto quedó.
Al otro día, flanqueado por su novia, el menor de los Corsini, Sergio, siguió el legado de la decadencia y también se lo vio empinando el botellín de agua con cartel de “No va más”. Al menos quedan las peñas juveniles enarbolando las copas…Nijón, Toñin, Pachelo y varios más…Salud!

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