La suspensión de la toma de
testimonios vía conferencia de las víctimas de la dictadura franquista deja
otra vez en evidencia que la convicción del Gobierno argentino, o al menos de
sus representantes políticos en España, no parece ser una prioridad a la hora
de apoyar unos juicios que resultan imprescindibles para las cientas de miles
de personas torturadas, asesinadas o desaparecidas durante un régimen que se
extendió por décadas y que abarcó todos los rincones del Estado español.
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Víctimas a las puertas de la embajada argentina en Madrid, a la espera de las videoconferencias |
Ya en agosto de 2012 la jueza que
entiende en la causa presentada en Argentina, Romilda Servini de Cubría, tenía
todo previsto para venir a España a tomar declaración a las personas que
atestiguarían frente a la Justicia argentina. Sin embargo, la falta de apoyos de
Argentina a la hora de poner los medios necesarios para garantizar este
ejercicio de justicia universal, abortaron aquella misión.
Ahora, con los testigos a las
mismas puertas de la Embajada argentina en Madrid, con esa indescriptible sensación
de que por primera vez una jueza escucharía su testimonio, con la emoción de
que al fin la Justicia se ponía al servicio de las víctimas. Otra vez cuando
todo estaba listo, alguien bajó el pulgar. Primero un fallo técnico retrasó
todo durante una hora, esos fallos que solo aparecen cuando algo parece no
querer hacerse…
Luego la confirmación de que la
esperada videoconferencia no se haría en virtud de una queja del Estado español,
un argumento falaz para un Gobierno que se precia –y con razón- de perseguir
los crímenes contra los Derechos Humanos. También el menemismo cuestionó y
presionó hasta el hartazgo cuando el juez Baltasar Garzón enjuició al militar
Adolfo Scilingo y pidió la extradición desde México de Miguel Cavallo, pero
ambos terminaron enjuiciados y condenados. Es decir, se puede, cuando hay
voluntad política se puede.
Dicen que cuando Néstor Kirchner
eligió a Carlos Bettini como embajador en España lo hizo pensando en la
necesidad de contar con un “abridor de puertas”. Sus vínculos al partido
socialista al punto de ocupar durante años cargos importantes en la Defensoría
del Pueblo español, su relación personal con el líder socialista Felipe
González y hasta su participación –al menos así lo reseñan muchos libros,
informes y notas periodísticas- como lobbysta de las multinacionales españolas
a la hora del expolio de las empresas públicas argentinas lo convertían en un
fichaje interesante. Sin olvidar los años al servicio del gobierno menemista
como asesor en el Ministerio de Justicia argentino y su participación en empresas como la constructora española Dycassa o la misma Iberia, en aquellos
años de privatizaciones y contratos millonarios.
Para abrir puertas, en efecto,
hay que tener llaves y en la embajada argentina parece que alguien las tiene en el bolsillo. Ya sabemos, las llaves abren y cierran con la misma eficacia y contundencia, habrá que ver si ahora que los vientos de Justicia soplan desde el extremo sur quien tiene el llavero colgando del pantalón se precia a mantener la puerta abierta. De ambos lados de la cerradura en tanto, seguiremos clamando Justicia y dispuestos a derribar las trabas, si es necesario.
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