Quien crea que no saben hacerlo
se equivoca. la Reforma Laboral fue implementada para esto, el sistema necesita
de una masa salarial parada y temerosa para abaratar costes, que quienes aún
están trabajando al mirar alrededor sientan el miedo en el cuerpo y piensen en
aceptar la peor condición con tal de no terminar como aquellas personas caídas
en desgracia.
Una masa de personas desempleadas
y con miedo, de eso se trata, que no solo somos víctimas de esta estrategia
sino que en el devenir del tiempo, en la perpetuidad de la situación, lo que
ellos llaman "parados de larga duración", empecemos a sentirnos
también culpables... por nuestra incapacidad para tener un trabajo, porque no
estudiamos lo suficiente o lo hicimos demasiado bien. Y así comienza el
tortuoso juego de hacer currículum de los más variados, el verdadero, el de
nuestra profesión, pero también el que nos habilita para trabajar en la
construcción, jardinería, dar clases de apoyo escolar y -de ser necesario-
especialista en técnicas de exploración de cometas y descifrado de mensajes
alienígenas...Todo vale
Nada desgasta más que el tiempo
libre y la cabeza explotando a la par que la impotencia crece, la humillación
de salir a buscar y llegar a casa sin nada, el plato de comida más escaso y
racionado –cuando hay algo que echarle-, el "no" a flor de piel al
pedido inocente de un hijo/a, la cuchara que cada vez hace más ruido raspando
la olla, el no tener para comprar el cuaderno del colegio, el abandonar la
Universidad, el aguantar la enfermedad porque ni siquiera hay dinero para coger
el metro e ir al Hospital.
No, no se equivocan. Saben lo que
hacen. Lo han hecho una y otra vez, hasta ahorcar a los pueblos del mundo. Han
condenado a sociedades enteras a la explotación laboral y a la desesperación
personal, y ahora es el turno de España, aunque nos duela y algunos hasta
tengamos sensación de un deja-vú de nuestras vidas.
Por eso no quieren que nos
juntemos a charlar en una plaza, por eso nos pegan cuando intentamos reclamar...
no les importa el orden público, que cortemos una calle, que intentemos rodear
un Congreso…
Su miedo radica en que nos
reconozcamos en la lucha, que nos pongamos rostros, que nos humanicemos. No
quieren que perduren esos mimbres entretejidos en la sabiduría de los de abajo,
de quienes ya han visto que el único camino es andar juntas: creando,
construyendo senderos alternativos: roperos comunitarios, ollas populares,
acompañamientos a hospitales y centros de salud, préstamo de libros, grupos de
consumo, cooperativas, plataformas contra los desahucios, por la sanidad y la
educación pública, etc.
En el fondo, se trata de que
sigamos siendo un número: tal vez te ha tocado el 634 o quizá seas el que hoy
aparece en todos los periódicos: la parada número 6.202.700. ¡Bingo! Nos
reducen a una estadística y temen que volvamos sentirnos personas. Prefieren vernos así, solas, tomando decisiones radicales en la penuria que
marca la pérdida de todo eso que habíamos logrado conseguir, en ese punto en
que los sueños hasta ayer palpables hoy ganan las distancias de las utopías.
Personas avergonzadas en su
entorno, con el cartel de fracasadas sobre las espaldas. Porque la soledad
tiene eso, no permite vernos como parte del todo, como lo que realmente somos,
víctimas de una maquinaria que tritura vidas y nos necesita así, despedazadas,
tristes, recluidas en nuestra trinchera. Y peor aún, ayudadas caritativamente
por el Estado que -¡eso sí!- nunca se olvida de esa “ayuda” que reduce la
emergencia, pero no hace más que hundirnos en el sumidero de la frustración.
Personas, paradas, con miedo y con la caridad mal entendida que entra por las
ventanas de la mano de las siempre disponibles empresas (¿O aún debería
llamarle ONG?) que te dan la bolsita de comida con una mano, y la otra la
mantienen abierta a su espalda porque el mismo Estado que oprime dejará caer la
recompensa a tan loable tarea de contención social.
Difícil tarea la de
resignificarnos como personas en medio de tanto número, matemáticas que
procuran tapar historias e incluso destruirlas. Quien crea que no saben
hacerlo, se equivoca… Llegó la hora de demostrar que nosotras, sabremos hacerlo
mejor.
Sinceramente creo que no sabe lo que dice.
ResponderEliminar¿Yo no se lo que digo?... en todo caso creo que se lo que digo (equivocado o no), aunque tal vez no lo compartas, que es otra cosa.
ResponderEliminarNi caso compañero pablo, es lamentable que el idiota este que comenta resuma tan bien tú texto. Él es un numero sin más, aceptó el rol que le dió el sistema y ahora cuando se encuentra con alguien que siente con sus palabras o con sus letras trata de humillarlo. es curioso que el único comentario de un texto respetable como su escritor solo reciba un comentario destructivo. Este comentario para mí resume aquello que dices de forma más compleja en el texto. Un saludo y gracias por compartir tus ideas algo digno de admirar en un mundo de autómatas estúpidos. Salud
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