viernes, 30 de septiembre de 2011

Paredes

Desde tiempos inmemoriales las paredes han hablado tanto como los hombres y las mujeres que habitan el planeta. Las pinturas rupestres, por caso, son el legado de las primeras personas que anduvieron este mundo…figuras humanas, animales, fuegos y lunas… sueños.

Las ruinas del antiguo egipcio maravillan hasta hoy por sus complejos jeroglíficos revistiendo las paredes de sus palacios. Otras civilizaciones hicieron de sus murallas auténticos libros de piedra y roca.

En los muros de la Palestina ocupada, el pequeño Handala es testigo mudo que grita desde su mirada inocente contra la opresión de su pueblo.

Los presos políticos han escrito en las paredes de las cárceles todo aquello que las dictaduras les impedían decir. Y en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, en Madrid, alguien tajó en la oscuridad de un rincón de la escayola el teléfono de las organizaciones que se encargan de denunciar el encierro inhumano que sufren.

“Colabore con la policía, péguese solo”, se leía en las paredes de Argentina durante la dictadura. Y alguna vez el genial “Negro” Fontanarrosa soñó con empezar un cuento con aquel “el que lee esto es un puto”, que robó de la caligrafía torpe del baño de un bar.

Una amiga, Raquel Rodríguez, ha decidido llenar las paredes de su habitación de manos amigas que den forma a un árbol. Raíces de sentimientos que llenan su vida, ramas de abrazos férreos, brisas de amistad, hojas de vida… frutos de amor.

Sabia Raquel, no olvida pese a las ausencias que machacan el alma, que podrá haber inviernos, podrá el frío y las tempestades llevarse esas cosas simples de la amistad… pero siempre, siempre, las flores del árbol regresarán a acompañarle en primavera.

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