lunes, 25 de julio de 2011

Primer piso

Nos mira desde el primer piso. Quisiera saltar como lo hace la muchedumbre en la calle, pero no puede, apenas logra una leve flexión de rodillas, un movimiento acompasado de cuerpo y alma.

Aprieta el puño y lo agita en alto, recoge su brazo y lo contrae, una y otra vez, sobre su corazón, y lo extiende con la misma energía desbordada y lo ofrece a esa multitud que le aclama entre vítores y risas.

Ella no se detiene en sus ademanes, no puede para -quizá por su historia-, tal vez porque muchas veces estuvo allí abajo, en la calle reclamando, peleando, sintiendo... Al fin y al cabo las historias de los pueblos se repiten y ella sabe, con la sabiduría de los años que achacan sus mansilladas rodillas, que esa muchedumbre no podría existir sin los gritos del pasado.

Los "ayeres" y los "hoyes" tienen esa extraña conexión que a veces no se explica, pero se siente. Porque tal vez no habría hoy sin la fuerza del ayer, ni podrá haber mañana sin el compromiso de hoy.

El bullicioso colorido de gentes avanza y no hay quien pueda resistirse a la tentación de aplaudirla. "Que sí, que sí nos representas" apuntan las gargantas mientras una multitud de manos la señalan. No tiene nombre, quizá deberíamos llamarle Doña Dignidad.

Dedicado a la Sra. que el 19J aplaudía y saludaba a la columna Sur desde su balcón.

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