sábado, 9 de abril de 2011

Balas y flores (en memoria de Liliana Molteni)

Seis balas y ninguna flor. Con los pies hundidos en el barro, con los huesos sepultados en esa tierra de olvidos, mezclados con los de las compañeras con quienes recorrían la villa miseria para alfabetizar y llevar un plato de comida… y una mochila de ilusiones.

Tirada contra el muro de un cementerio. Veintinueve años sin flores, tres décadas y seis balas, la mortal y las otras, las del estigma, las del sufrimiento, las que marcan la diferencia entre el tiro de gracia y la saña asesina de los genocidas.

Mataron tu belleza, robaron tu sonrisa , y se quedaron con esa juventud de periodista vivaz y comprometida. Pero en el hálito de vida que te quedaba no pudieron con tu dignidad. En la madrugada de aquel 13 de junio del ‘76, cuando los milicos acechaban el calor de la vieja pensión de Lanús, dejaste a Tamara a mejor cuidado, les ganaste hasta esa última batalla compañera. La otra, la de siempre, la de las ideas, la seguimos peleando intentado ser dignos a tu memoria.

Seis balas y ninguna flor. Apilada en el conjunto de esos corazones que marcaron camino, que mostraron conciencia, que levantaron el grito cuando las bocas se cerraban en este país cambalache donde “algo habrían hecho”.

Huesos con historia, con latidos que recuperan el sentido de vida cuando se desentierran. Huesos que hablan y nos dicen, y nos interpelan, y que ahora descansan sin el peso de las balas y con la flor de la memoria ganada como bandera.

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