Alguna vez se creyó Dios, y mandó como si lo fuera. Se encargó de robar e inventar planes económicos, fue el “De Hoz” de la economía en la dictadura argentina. Participó de extorsiones y ejecutó con maestría maquiavélica los planes de los sectores más poderosos.
De orejas prominentes, ojeras marcando su rostro, fue la mano que manejó la economía entre 1976 y 1981, y se enfrenta ahora a la Justicia de los hombres, diabólico castigo justo a él que confundió ser “De Hoz”, con ser “Dios”.
Quizá jamás apretó el gatillo, picaneó a un “zurdito”, encapuchó a una detenida o comandó un vuelo de la muerte. Pero cuanto menos este “De Hoz” tan terrenal como cualquiera de los mortales, compartió oficinas y despachos con los que sí lo hicieron, firmó órdenes, escuchó, vió y cayó. Ocultó y fue cómplice y eso lo hace tan culpable como cada uno de los reyes de la muerte.
A José Alfredo Martínez De Hoz parece que se le terminan los días de intocable. Anulado el indulto que durante dos décadas lo protegió junto a los genocidas que acompañaron su andar, ahora se las tendrá que ver con la Justicia, la misma a la que ellos vendaron sus ojos, torturaron y desaparecieron en fosas comunes.
Justicia terrenal para este hombrecillo que olvidó que solo era "De Hoz", y nada más. Le ha llegado el turno del juicio final. Que así sea.
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