Un ruido de llave cierra contundente una puerta, el saludo de “hasta el lunes” retumba en el vacío de los pasillos. Hace calor, mucho calor, quizá 20 ó 25 grados, pero la voz de una funcionaria al pasar dice “qué frío hace”. La miramos, y la señora de a limpieza le pregunta dónde, que aquí hace demasiado calor. “Abajo, en las celdas, hace un frío horrible, casi me congelo”, replica esta señora, ¿jueza?, ¿abogada?, vaya a saber, lo cierto es que no se nota preocupación en sus palabras, más frías que el propio ambiente que las generaron.
En las celdas está nuestro amigo, un hermano, Sini, esperando que un juez se digne a resolver sobre su juicio rápido de expulsión, en sus manos está la libertad o la condena a pasar 60 días en un centro de internamiento (CIE), una cárcel para inmigrantes que disimuladamente llaman centro de internamiento.
Hace tres días fue detenido mientras intentaba ganar su vida vendiendo unos CD piratas en la calle, 48 horas lleva preso, sin bañarse, primero en la comisaría de Carabanchel, de allí a Moratalaz y ahora en los sótanos de Plaza Castilla. A nadie parece importar lo que pueden ser hasta 3 días entre rejas en la vida de una persona inocente, todos se van a comer y ya por la tarde el juez resolverá.
Cansa la espera, llevamos siete horas en este pasillo hasta el mediodía lleno de gentes, y ahora vacío, con un silencio solo cortado por el ruido funcional de una vieja máquina de gaseosas. ¿Pensará el juez cuando engulle un suculento bocado que nuestro amigo desde hace tres días solo bebe un zumo y 4 galletitas al día? ¿Sabrá de ese frío intenso? ¿Le interesará?
Cuesta entender tanta inhumanidad, tanta desidia, cuesta sobrevivir a tanto frío…en los corazones de quienes deciden.
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