Quien asuma el valor de leer estas líneas podrá encontrarse con letras nacidas de sentimientos, de ideales y maneras de ver este mundo. Podrá estar de acuerdo o no, pero no dudar de que han sido escritas con la libertad absoluta de quienes no tienen nada que ocultar ni nadie que los calle. Queda en cada persona seguir o no con la lectura...están todas y todos invitados. Bienvenidas/os.
sábado, 27 de febrero de 2010
Amnesia
Duele el silencio de los medios. Y de las gentes. Ha pasado apenas un mes y medio del terremoto que arrasó Haití y ya nadie parece acordarse de su tragedia… 300 mil muertos, quizá lo único que recordamos, pero qué son esas vidas en el concierto de desastres que va apagando nuestra capacidad de asombro y solidaridad.
Los países se vanaglorian cada tanto de la “pingüe” cifra que cada uno ha donado. Las constructoras multinacionales ya se regodean haciendo cuentas de por cuanto multiplicarán esas cifras en ganancias, porque alguien tendrá que llevar adelante esa reconstrucción y difícilmente el mundo de los mercados deje que sea el propio pueblo haitiano. Cooperación hoy, expoliación mañana…y siempre.
Miles de marines siguen caminando las calles de Haití, faltan médicos, personal especializado en cada necesidad, pero nos han enseñado en este mundo más cercano a las películas de las barras y las estrellas que si alguien puede salvarnos son los marines, una especie privilegiada de superhéroes que todo lo hacen y a los que nada detiene.
Me pregunto si el pueblo haitiano querrá ser el de antes del terremoto, sumergido en la miseria, preso de los designios de gobiernos comprobadamente impuestos por Estados Unidos y sus multinacionales. Quizá sueñen con una reconstrucción distinta, ¿alguien se los habrá preguntado?
Haití es como esos personajillos mundanos que por una desgracia o un amorío de novela fugaz gana sus cinco minutos de fama en las TV del mundo. Ya los tuvo, todos explotaron su imagen revistiéndose de halos de una solidaridad tan efímera como su fama.
Ahora tiene por delante la denodada tarea de volver a ser, de empezar a tejer las bases de un pueblo herido de muerte y desolación. Ya estarán la banca, las trasnacionales y los Estados cómplices con sus acuerdos siempre perjudiciales para poner trabas en su camino.
¿Qué impondrá ahora el Fondo Monetario Internacional, célebre porque en 1995 obligó al Gobierno haitiano a bajar el arancel a las importaciones de arroz, del 35% hasta el 3%, para favorecer a la cooperativa agrícola (lo de cooperativa a estas alturas, suena a humor del más negro) Riceland Foos, empresa multinacional de Arkansas, Estados Unidos, y sepultó así el ya de por sí escaso progreso del campo haitino?
¿Obligará Obama a un nuevo tratado de libre comercio? Tal vez, pienso, será mejor que se olvide, como ha pasado con los medios, como hemos olvidado todos nosotros. Amnesia general, que el show debe continuar.
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