Ya no se puede ser pobre en este mundo, o al menos en esta ciudad de Madrid. El Ayuntamiento en su afán de conseguir dineros para solventar sus tramas ocultas de poder y coimas, ha decidido cobrar multa a quienes ¡¡¡revuelvan en los cubos de basura!!!. Si señor, 750€ al que vean hurgando la basura, tal vez buscando un mendrugo de pan, quizá tratando de encontrar eso que los grandes supermercados desperdician tirando aunque esté en buen estado pero a punto de vencerse.
En épocas en que cada vez son más los que piden en los vagones del Metro y el tren –una postal que, por cierto, ya tenía olvidada desde mi partida de Argentina- y los que deben recurrir a la basura para poder comer junto a su familia, la nueva medida es una más de las tantas arbitrariedades que siempre, sin excepción, apuntan a la cabeza del más pobre.
¿Pensará algún iluminado que buscar en la basura es un deporte? ¿Tal vez imagina que quien recorre los cubos cuando la noche se cierra lo hace para ocupar el tiempo en algo y no quedarse a escuchar sus mentiras por la TV? ¿Quizá crea que les da gusto hacerlo y en esa comodidad prefieren hurgar en el hedor antes de ir a hacer la compra como cualquier hijo de vecina?
¿Por qué no proponen matarlos? Al fin y al cabo si algu
ien revuelve la basura para comer difícilmente tenga 750€ para vivir y mucho menos para engrosar las arcas de Gallardón. Si los matan no sólo se ahorran en vigilancia para controlar a estos infractores, sino que tal vez puedan expropiar sus bienes.
Lástima que nadie pensó en sancionar a los funcionarios que con sus políticas están conduciendo a un gran número de seres humanos a buscar en la basura, a pedir, a suplicar una ayuda, como ultimo camino antes de robar. La búsqueda de la comida para un hijo es tan digna como indignante es esta iniciativa de cargar culpas contra el que menos tiene.
Matar al pobre, de eso de trata, una vieja idea que manejan los jefes del poder y que tan bien han aplicado desde siempre en América Latina, Africa y Asia, fundamentalmente. Bombas de Hiroshima silenciosas, sin estrépitos –como grafica tan bien Eduardo Galeano en “Las Venas abiertas de América Latina”- con la idea fija en matar a esos seres que sobran en este primer mundo desarrollado.
En épocas en que cada vez son más los que piden en los vagones del Metro y el tren –una postal que, por cierto, ya tenía olvidada desde mi partida de Argentina- y los que deben recurrir a la basura para poder comer junto a su familia, la nueva medida es una más de las tantas arbitrariedades que siempre, sin excepción, apuntan a la cabeza del más pobre.
¿Pensará algún iluminado que buscar en la basura es un deporte? ¿Tal vez imagina que quien recorre los cubos cuando la noche se cierra lo hace para ocupar el tiempo en algo y no quedarse a escuchar sus mentiras por la TV? ¿Quizá crea que les da gusto hacerlo y en esa comodidad prefieren hurgar en el hedor antes de ir a hacer la compra como cualquier hijo de vecina?
¿Por qué no proponen matarlos? Al fin y al cabo si algu

Lástima que nadie pensó en sancionar a los funcionarios que con sus políticas están conduciendo a un gran número de seres humanos a buscar en la basura, a pedir, a suplicar una ayuda, como ultimo camino antes de robar. La búsqueda de la comida para un hijo es tan digna como indignante es esta iniciativa de cargar culpas contra el que menos tiene.
Matar al pobre, de eso de trata, una vieja idea que manejan los jefes del poder y que tan bien han aplicado desde siempre en América Latina, Africa y Asia, fundamentalmente. Bombas de Hiroshima silenciosas, sin estrépitos –como grafica tan bien Eduardo Galeano en “Las Venas abiertas de América Latina”- con la idea fija en matar a esos seres que sobran en este primer mundo desarrollado.
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