En bandeja
sirvió la despedida, como quien agarra el mate en esas tardes grises y frías de
la nostalgia, acariciando su pancita verdosa, aferrándose a los últimos calores
del abrazo cercano.
Mirada acuosa y sonrisa de “no pasa nada”. Caminos. Esperanzas
que despiertan para volar. Anhelos misteriosos que continuarán en la distancia
de los mares, allá donde la injusticia parece acrecentarse y necesita de ojos y
corazones que arropen a las víctimas.

Como quien
acomoda cada cosa en su lugar, la yerba, el mate, la pava. Sus decires tienen
la precisión de la buena cebadora, siempre en su punto, con la calidez que llega
al alma, con ese calorcito que no quema y sin embargo arde en el fuego de las
dignidades que anda regalando.
En bandeja me ha
ofrecido abrazos y querencias, charlas prolongadas, sueños, palabras, consejos.
Sonrisas y lágrimas (pocas), comprensión y entereza, debates políticos y
sociales, recomendaciones vertidas desde la humildad que solo tienen quienes
saben. En bandeja me ha legado un compromiso a veces desgranado en esos
impulsos que llevan las personas como ella, que están dispuestas hasta lo imposible por
cuidar a quienes tienen al lado.
En bandeja me ha
dejado su adiós, y mientras tomo unos mates en la soledad de esta tarde
calurosa de verano, ya pienso en el día en que estos verdes sepan a sus manos y
la compañía de su amistad ponga en su punto esta cebadura acuosa y lavada que empieza a extrañarla.
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